Los locos sueltos

-¡¡Sáquenme de acá, yo no pertenezco a éste lugar de mierda!!- Exclamaba El nuevo.
Así el griterío siguió varios minutos, hasta que Eugenio intervino.
-Callate, boludo. Estás acá porque estás loco; estás loco como todos nosotros.
-Yo no estoy loco- se metió Napoleón –Y vos tampoco estás loco. Ninguno de nosotros está loco.
-Claro, Marcos, claro.
-No me digas que sí como a los locos. Y no me digas Marcos, me llamo Napoleón.
-¿Y por qué decís que te llamás Napoleón?
-Es el nombre que yo elegí para mí. Marcos Rivera me pusieron mis viejos, pero ellos no quisieron tenerme, me tuvieron por equivocación. ¿Cómo saber en qué otra cosa no se equivocaron?
-Bueno, supongamos que te llamás Napoleón. ¿Qué hacés acá que no estás conquistando Italia?
Un par de internados voltearon riendo por lo bajo.
-Sí, burlate nomás, pero yo no estoy loco.
-A ver, si no estás loco ¿por qué estás acá encerrado?
-Miedo.
-¿Miedo a qué?
-A nosotros.
Media docena de internados y enfermeros reían con fuerza.
-¿Miedo a nosotros? ¿Vos escuchás lo que estás diciendo? ¿Quién nos tiene miedo?
-Los dueños del mundo. Los gobernantes. Aquellos que, cegados por la realidad, no pueden ver la fantasía.
-Sí, Marcos, lo que digas.
-Nos tienen miedo porque somos una bomba de tiempo. Todos lo somos, bah, pero nosotros tendemos más a prender la mecha.
-Ah, ¿sí?
-Sí. Nos tienen miedo porque no les tenemos miedo. Tienen miedo que de golpe todos dejemos de tenerles miedo. No son más que sucias ratas miedosas. Si yo estuviese loco, ¡Ja! Si yo estuviese loco sería gobernador, Eugenito.

Mientras la discusión seguía, ‘El nuevo’ seguía gritando y discutiendo con los guardias diciendo que él no debería estar ahí.
-¡¡Quiero hablar con mi abogado!! ¡No pueden internarme así porque sí! ¡Los voy a demandar, hijos de puta!
Dos enfermeros que veían la situación se comentan el uno al otro.
-Che, ¿qué le pasa al ‘nuevo’?
-Ni idea, hacía tres días no tenía estos ataques de neurosis.